miércoles, 9 de julio de 2008

Oficio Propio Carmelita – 9 de Ago.

SANTA TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ (EDITH STEIN). Mártir de nuestra Orden.

Memoria

Edith Stein nació el día del Kippur, día festivo para los hebreos, y en Breslavia – Alemania, el 12 de octubre de 1891, en el seno de una familia hebrea.

Apasionada buscadora de la verdad, a través de profundos estudios filosóficos, logró hallarla con la lectura de la autobiografía de Santa Teresa de Jesús. El 1 de enero de 1922, recibió el bautismo en la iglesia católica y en el 1933, a los 42 años, ingresando en el Carmelo de Colonia. Murió mártir de la fe cristiana a los 51 años de edad, en los hornos crematorios del campo de concentración de Auschwitz el 9 de agosto de 1942, durante la persecución nazi, ofreciendo su holocausto por el pueblo de Israel. Mujer de singular inteligencia y cultura, ha dejado numerosos escritos de elevada doctrina y de honda espiritua-lidad.

Fue beatificada por Juan Pablo II en Colonia, el 1 de mayo de 1987. Fue canonizada el 11 de octubre de 1998 y proclamada Patrona de Europa el 1 de octubre de 1999.

Del Común de un mártir

OFICIO DE LECTURA

SEGUNDA LECTURA

De los escritos espirituales de santa Teresa Benedicto de la Cruz (Edith Stein Werke, II Band, Verebogenes Leben(Vida escondida), Freburg-Basel-Wien 1987, S. 124-126)

Ave, cruz, spes única

“Te saludamos, Cruz santa, única esperanza nuestra” Así lo decimos en la Iglesia en el tiempo de Pasión, tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo.

El mundo está en llamas: la lucha entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente, por eso si te decides en favor de Cristo, ello puede acarrearte incluso el sacrificio de la vida.

Contempla al Señor que ante ti cuelga del madero, porque ha sido obediente hasta la muerte de Cruz. Él vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre. Si quieres ser la esposa del Crucificado debes renunciar totalmente a tu voluntad y no tener más aspiración que la de cumplir la voluntad de Dios.

Frente a ti el Redentor pende de la Cruz despojado y desnudo, porque ha escogido la pobreza. Quienquiera seguirlo debe renunciar a toda posesión terrena.

Ponte delante del Señor que cuelga de la Cruz, con corazón quebrantado; Él ha vertido la sangre de su corazón con el fin de ganar el tuyo. Para poder imitarle en la santa castidad, tu corazón ha de vivir libre de toda aspiración terrena; Jesús crucificado debe ser el objeto de toda tu tendencia, de todo tu deseo, de todo tu pensamiento.

El mundo está en llamas: el incendio podría también propagarse a nuestra casa, pero por encima de todas las llamas se alza la cruz, incombustible. La cruz es el camino que conduce de la tierra al cielo. Quien se abraza a ella con fe, amor y esperanza se siente transportado a lo alto, hasta el seno de la Trinidad.

El mundo está en llamas: ¿Deseas apagarlas? Contempla la cruz: del Corazón abierto brota la sangre del Redentor, sangre capaz de extinguir las mismas llamas del infierno. Mediante la fiel observancia de los votos, mantén tu corazón libre y abierto; entonces rebosarán sobre él los torrentes del amor divino, haciéndolo desbordar fecundamente hasta los confines de la tierra.

Gracias al poder de la cruz puedes estar presente en todos los lugares del dolor a donde te lleve tu caridad compasiva, una caridad que dimana del Corazón Divino, y que te hace capaz de derramar en todas partes su preciosísima sangre para mitigar, salvar y redimir.

El Crucificado clava en ti los ojos interrogándote, interpelándote. ¿Quieres volver a pactar en serio con Él la alianza? Tú sólo tienes palabras de vida eterna. ¡Salve, Cruz, única esperanza!

RESPONSORIO 1Co 1, 24b

R. Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; * Pero para los llamados, judíos o griegos, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

V. El deseo de mi corazón y mi plegaria pidiendo su salvación suban hasta el Señor. * Pero para los llamados.

OREMOS

Señor, Dios de nuestros padres en la fe, infúndenos copiosamente la ciencia de la cruz, con la que enriqueciste de modo admirable a Santa Teresa Benedicta en la hora del martirio; concédenos, por su intercesión, buscarte sin descanso a ti que eres la suma Verdad, y mantener con lealtad hasta la muerte la alianza eterna del amor sellada con la sangre de tu Hijo para la salvación de todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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